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Dicen que las apariencias engañan

Dicen que las apariencias engañan, y el resultado final que reflejó el marcador en el abarrotado Pabellón de Nava fue un claro ejemplo de ese dicho. Porque el 17-27 fue fruto de un ‘dejarse llevar’, del ‘bajar los brazos’ y del cansancio, que pesó en las piernas de los locales en el último cuarto de hora del choque.

Sin duda, el partido tuvo dos Caminos, uno para cada parte. Alberto, en las filas de Viveros Herol, hizo circular la pelota y la velocidad con la inteligencia que se le presuponen siempre antes de cada partido, porque lo lleva demostrando toda la temporada. Su hermano Diego, como en una especie de pique fraternal, hizo lo propio con el Atlético Valladolid en la segunda parte.

Fue en ese segundo envite, entre el minuto 5 y 10, cuando los visitantes, con tres contras y una excelente circulación de balón en el ataque estático cuando rompieron el partido con un parcial de 1-6 que sería el principio del fin para Nava.

En el minuto 12.40, el 10-18 que podían ver con sus propios ojos los 1.000 aficionados que abarrotaron la grada (buena parte naveros, pero muchos llegados desde la capital, por la cercanía y el hecho innegable de la retroalimentación de jugadores histórica entre ambos clubes). Una grada que volvió a sentir vergüenza de las promesas incumplidas de los poderes políticos al ver cómo las toallas volvían a ser la única salida para poner freno a la condensación del pabellón. Pero ya se sabe: esa es otra lucha aun más ardua que la de mantenerse en Plata.

David de Diego veía cómo la inercia y la falta de fuelle permitía que perforaran su portería una y otra vez, mientras Zarautz, poco a poco, y en encuentro comenzado una hora después, se llevaba por delante a Zamora (rival al que visitaremos el próximo sábado) y complicaba las aspiraciones naveras al mantenimiento de la categoría.

Excelso el comandante Alberto Camino, pero no menos su socio de honor en el ataque, Carlos Villagrán (4 tantos), uno de los grandes culpables de que al descanso el marcador reflejara 8-8. Suyo fue el gol del empate al filo del descanso. El que hizo creer… hasta que la potencia en el tiro exterior de Kallman y el acierto de Hernández, pusieron punto y final a un partido que acabó como todos esperaban antes de que comenzara el partido, pero no como se intuía durante los primeros 30 minutos.

 

Club Balonmano Nava          

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